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La Fundación Ferrer i Guàrdia ha dado a conocer los resultados de una investigación pionera que arroja luz sobre las desigualdades sociodigitales que afectan a las personas mayores de 60 años en España.
El estudio demuestra que la brecha digital en este colectivo es un fenómeno multifactorial, influido por el edatismo digital, la inseguridad ante el uso de la tecnología y la falta de accesibilidad en el diseño de muchas herramientas digitales.
Entre sus principales aportaciones, destaca la incorporación del Índice IDAUA, una herramienta de análisis que permite medir con precisión las brechas digitales a partir de perfiles individualizados de inclusión. La investigación culmina con un decálogo de recomendaciones destinado a garantizar la autonomía, la seguridad y la participación activa de las personas mayores en el entorno digital.
En la apertura de la jornada, Hungria Panadero, directora de la Fundació Ferrer i Guàrdia, destacó el valor del estudio al afirmar que “es la primera radiografía a nivel estatal que incluye a personas mayores de 74 años, un grupo clave para entender la inclusión digital y habitualmente ausente de estudios y estadísticas oficiales”.
La ponencia introductoria estuvo a cargo de Vânia de la Fuente, médica, antropóloga y experta en edadismo. De la Fuente definió el edadismo como un fenómeno estructural que opera a nivel institucional, interpersonal e incluso de forma interiorizada. Rechazó la creencia de una supuesta “incapacidad digital” asociada a la edad y remarcó que estas brechas responden a desigualdades socioculturales, como el género o la educación. Subrayó que la verdadera inclusión digital requiere acción social y políticas públicas específicas.
Las investigadoras Sandra Gómez y Marta Fullola presentaron la metodología utilizada y los principales hallazgos del estudio, explicando la importancia de disponer de datos actualizados y representativos para comprender el impacto real de las desigualdades digitales en la población mayor.
La jornada continuó con una mesa redonda integrada por especialistas en educación, gerontología e innovación social. El debate evidenció que la brecha digital no depende únicamente de la edad, sino también de factores como la formación, el territorio, el género o las condiciones de salud.
La doctora Mar Beneyto subrayó que la investigación tradicional excluye con frecuencia a colectivos clave, como mayores de 74 años o personas que viven en entornos residenciales, lo que reduce la comprensión del problema. Recordó que la relación con lo digital está atravesada por desigualdades estructurales que deben incorporarse siempre al análisis.
Desde la gerontología, Sergi Arenas alertó sobre el impacto del edadismo interiorizado, que debilita la confianza y frena el aprendizaje. Además, criticó que muchos procesos de digitalización administrativa prioricen la eficiencia sobre las necesidades reales de sus usuarios, generando nuevas formas de dependencia.
Laia Sánchez, responsable del colaboratorio de Citilab, reivindicó el valor de los espacios comunitarios como motores de empoderamiento y defendió metodologías que combinen acompañamiento básico y experimentación creativa, situando a las personas mayores como agentes activos de innovación.
Por su parte, Verónica Rodríguez, de AUPEX, aportó la perspectiva del medio rural, marcada por la falta de conectividad y de infraestructuras digitales. A través del proyecto “Extremadura rural, conectada y digital”, recalcó la importancia de iniciativas itinerantes y de proximidad para reducir desigualdades y fortalecer la cohesión territorial.
En conjunto, los expertos coincidieron en que avanzar hacia una verdadera inclusión digital implica combatir estereotipos edadistas, mejorar el diseño de políticas públicas, garantizar formación continua y fortalecer los espacios comunitarios de apoyo.
Para revertir la situación, la Fundación Ferrer i Guàrdia presenta un decálogo de actuaciones estratégicas:
Garantizar un acceso digital equitativo como derecho básico.
Diseñar entornos digitales accesibles, usables y pensados para la diversidad.
Combatir el edadismo digital y su impacto en la autoestima.
Ofrecer formación digital continuada, contextualizada y pedagógicamente cuidadosa.
Promover modelos de acompañamiento que generen autonomía, no dependencia.
Desarrollar políticas públicas sensibles al territorio y a las desigualdades estructurales.
Asegurar una red estable de puntos presenciales de apoyo y acompañamiento.
Fortalecer la seguridad digital como eje de la inclusión.
Visibilizar la diversidad de las personas mayores en la cultura digital.
Incorporar una perspectiva feminista e interseccional en todas las acciones.
Estas recomendaciones buscan garantizar la participación plena de las personas mayores en la vida digital y asegurar que la tecnología se convierta en un recurso para su autonomía y bienestar, y no en una barrera.