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Los criterios recientemente revisados de la AA para la enfermedad de Alzheimer (EA) proponen definir la EA únicamente sobre la base de pruebas biológicas. El diagnóstico de EA puede proporcionarse a personas cognitivamente normales, una postura que no es compartida por toda la comunidad científica.
El Grupo de Trabajo Internacional (IWG) propone en este documento una redefinición del concepto de EA, alejándose de la visión exclusivamente biológica. La idea central es que el diagnóstico debe basarse también en síntomas clínicos, como la pérdida de memoria o el deterioro cognitivo, e integrar biomarcadores que reflejen la fisiopatología subyacente. El grupo destaca que una aproximación clínica-biológica permite distinguir mejor la EA de otras demencias.
Aun así, la EA se concibe como un proceso que puede identificarse en fases preclínicas, cuando aún no hay manifestaciones clínicas pero sí alteraciones biológicas detectables. Una aproximación clínico-biológica ayuda a evitar la confusión generada por criterios puramente biológicos y posiciona biomarcadores como la acumulación de beta-amiloide, la fosforilación de tau o los patrones de neurodegeneración en neuroimagen como pilares en la definición de la enfermedad.
De este modo, se reconoce que el Alzheimer no es solo un síndrome biológico, sino una entidad que puede coexistir con otras patologías y que necesita un marco conceptual más amplio para su estudio y manejo. El planteamiento del IWG subraya que la EA requiere integrar clínica y biología para un diagnóstico más preciso.
Estas recomendaciones plantean retos éticos y prácticos, como el manejo de diagnósticos en fases asintomáticas o la necesidad de consensuar protocolos de biomarcadores. En definitiva, el IWG propone el uso de los términos: «riesgo en asintomático de padecer EA», «EA presintomática» y «EA prodrómica o establecida», en función de la presencia de deterioro cognitivo y de pérdida de funciones.