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La pérdida de piezas dentales es un problema frecuente en las personas mayores y, aunque en muchos casos se perciba únicamente como una cuestión estética, sus efectos van mucho más allá
La ausencia de dientes dificulta la masticación, limita la variedad de alimentos y puede reducir la calidad nutricional de la dieta. Con el tiempo, esta situación repercute en la energía diaria, complica la digestión e incluso influye en el estado de ánimo.
“Los dientes no solo cumplen una función mecánica, sino que participan en la primera fase del proceso digestivo. Una masticación insuficiente impide fragmentar bien los alimentos y reduce la acción de la saliva, lo que afecta tanto a la absorción de nutrientes como al aprovechamiento de la dieta. Con el tiempo, esta alteración puede tener un impacto directo en el metabolismo y en la salud general”, explica Gabriela Aldana, del equipo de Calidad Clínica e Innovación de Sanitas Dental.
Además de las implicaciones físicas, la pérdida dental tiene consecuencias sociales y emocionales. Muchas personas mayores reducen sus interacciones en comidas compartidas o evitan ciertos espacios por incomodidad al hablar o sonreír. Esta situación puede derivar en aislamiento y afectar al bienestar psicológico. “Cuidar la salud oral en esta etapa no solo previene complicaciones médicas, también favorece la autoestima, la participación social y la calidad de vida de las personas mayores”, añade Miriam Piqueras, directora médica de Sanitas Mayores.
Ante esta situación, los expertos de Sanitas Mayores recomiendan:
• Revisar la salud dental de forma periódica. Las revisiones son fundamentales para detectar a tiempo problemas como caries, enfermedades periodontales o pérdidas dentales incipientes. También permiten valorar tratamientos que devuelvan la funcionalidad a la boca, desde prótesis removibles hasta implantes.
• Adaptar la dieta sin perder valor nutricional. Cuando existen dificultades para masticar, es habitual eliminar ciertos alimentos, lo que reduce la calidad de la dieta. Una alternativa es modificar las texturas sin renunciar a los nutrientes, preparando cremas y purés o guisos tiernos que aporten proteínas, fibra, vitaminas y minerales esenciales. Hoy en día, además, los avances en cocina texturizada permiten ofrecer platos con la misma apariencia, aroma y sabor que los alimentos originales, lo que ayuda a mantener no solo la salud nutricional, sino también el placer y la experiencia gastronómica.
• Masticar despacio y en pequeñas cantidades. Dedicar más tiempo al acto de comer facilita la digestión, mejora la absorción de nutrientes y reduce el riesgo de atragantamiento. Fraccionar los alimentos en trozos pequeños y masticar con calma permite que la saliva actúe correctamente en la primera fase del proceso digestivo.
• Mantener una adecuada hidratación. La pérdida de piezas dentales y ciertas prótesis pueden alterar la producción de saliva, generando sequedad bucal. Beber suficiente agua a lo largo del día facilita la deglución, protege las encías y contribuye a prevenir problemas como infecciones o dificultad para tragar.
• Consultar con un especialista en caso de pérdida de peso o apatía alimentaria. Si la persona mayor reduce la cantidad de comida, muestra menos interés por la alimentación o presenta bajadas de energía, conviene buscar apoyo profesional. Una intervención temprana puede prevenir déficits nutricionales graves, detectar trastornos asociados y ofrecer pautas personalizadas para mantener una dieta equilibrada.
La salud oral constituye un pilar de la salud general y su cuidado en las personas mayores resulta clave para preservar no solo una correcta nutrición, sino también el bienestar emocional y la calidad de vida.