16 de noviembre, 2022
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Para abordar las heridas de UPP de una manera continuada y especializada, los expertos de DomusVi ofrecen sus recomendaciones para aplicar técnicas eficaces y así garantizar el bienestar de las personas mayores.

Las úlceras por presión (UPP) en las personas mayores son lesiones que constituyen un problema de salud pública, tanto por su elevada prevalencia como por el gran impacto que tienen en la calidad de vida de quienes las padecen.

Los profesionales que previenen y tratan estas úlceras en cada uno de los centros hospitalarios, los profesionales sanitarios de residencias de mayores, así como los cuidadores que se hacen cargo de pacientes en sus domicilios, conocen bien lo delicado que es este tema y lo duro que resulta su abordaje en el día a día. Unas heridas que hay que abordar con la máxima delicadeza y eficacia posibles.

Las úlceras por presión (UPP) se forman normalmente en pacientes que tienen una capacidad de movilidad muy reducida o que están inmovilizados, y consisten en una necrosis de la piel y el tejido subcutáneo de una zona sometida a presión entre dos planos duros: los huesos del paciente y el soporte (cama o silla). Las lesiones pueden aparecer por cuatro mecanismos diferentes que alteran el riego sanguíneo de la zona: presión, humedad, fricción o cizallamiento (combinación de presión y fricción), y se clasifican en cuatro estadios según el aspecto y la gravedad.

Para abordar estas heridas de una manera continuada y especializada, los expertos de DomusVi ofrecen sus recomendaciones para aplicar técnicas eficaces y así garantizar el bienestar de las personas mayores.

DomusVi es consciente del riesgo elevado que presentan muchos de los residentes de desarrollar algún grado de UPP, por lo que, entre los cuidados que se ofrecen, recomiendan seguir una serie de prácticas que ayudan a prevenir dichas heridas:

  • El cuidado de la piel. Hay que examinar el estado de la piel como mínimo una vez al día, para detectar rápidamente la aparición de una lesión en su fase más temprana (cuando tiene apariencia de eritema cutáneo que no palidece tras 30 minutos de haber cesado la presión). Asimismo, mantener la piel del paciente limpia y seca y utilizar jabones o sustancias limpiadoras neutras que no agredan la piel, evitando la fricción en el secado.
  • Manejo de la presión. Este es el principal factor de riesgo para la aparición de las úlceras, ya que genera un proceso isquémico en los tejidos implicados a consecuencia de una disminución de oxígeno y nutrientes en esa zona. Para minimizar su efecto, hay que realizar cambios posturales en el paciente encamado cada 2-3 horas, y cada 15 minutos en el mayor con capacidad de movilidad.
  • Posiciones terapéuticas y colocación de almohada. Se deben estudiar las posiciones más adecuadas para cada caso, dependiendo de la casuística de la persona y teniendo en cuenta que las zonas más frecuentes en las que se producen las úlceras son la región sacra, los talones, las caderas y las tuberosidades isquiáticas.
  • Manejo de la fricción. Siempre se deben proteger los codos y los talones, utilizar barandillas y trapecios para facilitar la movilidad y no elevar la cama más de 30º.
  • Manejo de la nutrición. Tan negativa es la alteración nutricional por exceso (sobrealimentación) como por defecto (desnutrición). Por tanto, es necesarios realizar un estudio para determinar una dieta individual óptima para cada paciente, ya que hay alimentos que pueden proteger de la aparición de una úlcera o contribuir a su curación.

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