18 de marzo, 2024
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Una dieta saludable, ejercicio físico o un amplio abanico de terapias no farmacológicas, los aspectos para hacer frente a los efectos del cambio de estación.

Con el arranque de la primavera, es frecuente que durante las tres primeras semanas de la nueva temporada pueda sobrevenir una sensación pasajera y subjetiva de cansancio físico y mental, más conocida como astenia primaveral. Y, si bien la OMS no considera que sea una enfermedad, sus síntomas, derivados de los cambios de temperatura, el cambio de horario y las consiguientes variaciones de hábitos de vida, son múltiples: cansancio, dificultades para conciliar el sueño, baja energía, irritabilidad, migrañas o ansiedad.

Se calcula que entre un 10% y un 20% de los pacientes que acuden al médico de familia durante las primeras semanas de la primavera lo hacen por cuadros asténicos. Una sensación cuyos efectos se estima que un 2% de la población sufrirá en alguna etapa de su vida, y que se pueden intensificar en personas mayores. Sobre todo, en aquellas aquejadas de deterioro cognitivo. Por eso, los profesionales de DomusVi, compañía que tiene como propósito mejorar el bienestar de las personas mayores en un entorno social activo, inciden en los beneficios de hacer frente a estos cuadros en entornos seguros y supervisados como las residencias o los centros de día.

“Vivir en un centro para el bienestar y el cuidado de las personas mayores favorece el apoyo emocional y social para abordar los efectos de la astenia primaveral, pues hay mayor participación en actividades físicas y terapéuticas. Las personas que viven solas tienen riesgo de experimentar los síntomas de forma más aguda y empeorar su sensación de aislamiento social e incluso de depresión, pues la astenia primaveral está muy relacionada con el estilo de vida y con factores psicológicos, emocionales y sociales”, razona Benjamín Bartolomé Castro, coordinador del Departamento Asistencial de DomusVi.

En las residencias y centros de la compañía se abarcan estos cuadros mediante un enfoque individualizado y multidisciplinar, realizando terapias y valorando las necesidades de cada residente para mejorar su bienestar. 

Ejercicio, dieta sana y terapias no farmacológicas

Los expertos de DomusVi destacan la importancia de una buena alimentación para ayudar a mitigar los efectos de la astenia primaveral. “La dieta puede mitigar los síntomas de debilidad y fatiga muscular. En este sentido, los alimentos más recomendados son aquellos ricos en hierro y vitamina C como carne magra, pescado, espinacas y cítricos, así como los antioxidantes contenidos en frutas y verduras. Por otro lado, es importante limitar en la medida de lo posible el consumo en azúcares refinados y, por supuesto, alcohol”, explica Bartolomé.

El ejercicio físico es otro de los aspectos que los profesionales de la compañía ponen en valor. “Actividades como realizar caminatas, ejercicios aeróbicos acuáticos o yoga contribuyen a mejorar la calidad de vida y pueden ayudar a paliar los efectos de la astenia primaveral en nuestros usuarios”.

Por último, aunque no menos importante, está el abordaje terapéutico de los efectos derivados del cambio de estación. “A este nivel contamos con un amplio abanico de posibilidades, que van desde la exposición a la luz solar, para mejorar el estado de ánimo y la energía, hasta sesiones de aromaterapia y musicoterapia, que reducen el estrés y pueden mejorar las capacidades cognitivas de nuestros residentes. Y no faltan innovadoras soluciones tecnológicas como las mascotas robotizadas o nuestra cabina de hidromasaje, que ayudan a reducir niveles de estrés”, añade el coordinador del Departamento Asistencial de DomusVi

Lidiar con el cambio horario

Otro aspecto importante de la entrada de la primavera es el cambio de hora que, como cada año, el último domingo del mes de marzo, el reloj se adelanta una hora y se duerme una hora menos.

Este cambio puede ocasionar trastornos leves en las rutinas del sueño durante días e incluso semanas en las personas de edad más avanzada, debido a la alteración del reloj biológico interno, marcado por determinadas rutinas muy adaptadas a nuestro cuerpo: el horario de acostarse, la comida, el momento de la siesta, etc.

Las consecuencias más visibles de estas variaciones se pueden manifestar en bruscos cambios de humor y síntomas de cansancio y torpeza. A la vez, la toma de decisiones puede verse alterada provocando reacciones menos reflexivas y más impulsivas.

Para prevenir estos posibles efectos, los expertos de DomusVi recomiendan algunas pautas para ayudar a que el descanso de los mayores no se vea alterado y facilitar la adaptación al nuevo horario. “Ajustar los horarios de forma paulatina en tramos de entre 15 y 20 minutos en el sueño y en las comidas, es un primer paso. También es recomendable reducir el tiempo de siesta para que ésta tenga una duración de entre 20 y 40 minutos. Otra buena manera de favorecer el sueño es adaptar el ambiente reduciendo el estímulo lumínico, pues cuando la luz desaparece el cuerpo comienza a liberar la melatonina preparándose para dormir. Por supuesto, no menos importante es revisar la temperatura ambiental y llevar ropa adecuada”, comenta Benjamín Bartolomé Castro.

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